jueves, 17 de noviembre de 2011

Non, Je Ne Regrette Rien

En alguna parte he escuchado una historia que en su momento me dejó sumamente pensativo en relación con la esperanza tan férrea que manifiestan algunas personas ante el yermo horizonte de sus vidas, supongo que la anécdota la debí haber escuchado en alguna estación de radio de aquellas que me acompañan en el tedio del tráfico citadino, en fin, no lo recuerdo a ciencia cierta, el caso es que la historia se refería a la vida de la cantante francesa Edith Piaf, cuya vida, a pesar del glamour con que el público la había identificado, su vida en general había sido bastante miserable:

Marcada por la desdicha desde su más tierna infancia, la orilló a un estilo interpretativo, lírico y desgarrado al mismo tiempo. Su aspecto desvalido le valió el nombre por el que es universalmente conocida: Piaf («gorrión»).

Sus padres se separaron; la madre, alcoholizada y enferma, dejó la custodia de Edith a su marido (también alcohólico) y a una abuela paterna. Dada la precaria situación económica de la familia, Edith tenía que ganarse unas monedas cantando en calles y cafés de París.

La situación empeoró cuando Edith, con 16 años, quedó embarazada. En 1932 tuvo una hija a la que llamó Marcelle, pero murió a los dos años. La vida de la cantante quedó marcada por esta tragedia. Siguió cantando en cafés y clubes de la calle Pigalle, en el mundo que rodeaba a los barrios menos recomendables del París de la época.

Su vida cambió cuando, cantando en la calle, un transeúnte muy elegante se paró a escucharla. Ese hombre resultó ser Louis Leplée, propietario del cabaret Gerny's, uno de los más conocidos de París. Tras una pequeña prueba, Edith fue contratada de inmediato. Su éxito no tardó en llegar y fue conocida como "Môme Piaf" ("pequeño gorrión"). El propio Leplée instruyó a Edith para convertirla en una gran figura del cabaret. Era 1937, y había nacido una nueva estrella: Edith Piaf.

Sin embargo, la vida volvió a castigar a la joven Piaf, ya que Leplée fue encontrado muerto de un disparo en el club que regentaba; la cantante fue sospechosa del asesinato. La prensa la acusó y la sociedad elitista parisina le volvió la espalda. Volvió a mezclarse con lo peor de los barrios bajos de París, cantando en tugurios y llevando una vida desordenada.

Su consagración llegó tras la Segunda Guerra Mundial, cuando se convirtió en la musa de poetas e intelectuales del París existencialista y se ganó la admiración incondicional del público. Un letrista conocido como Raymond Asso, que era su amante, la ayudó a sobreponerse. Edith Piaf remontó el vuelo y volvió a los grandes escenarios de Francia, de Europa y de América. Se hizo amiga de la actriz Marlene Dietrich y se convirtió en la gran dama de la canción francesa, ayudando a talentos emergentes como Charles Aznavour, Georges Moustaki, Yves Montand o Gilbert Bécaud, y relacionándose con intelectuales como Jean Cocteau.

En 1946 viajó a Nueva York y conoció al amor de su vida, el boxeador Marcel Cerdan, quien murió en 1949 al estrellarse el avión en que viajaba. Esto hundió nuevamente a Edith en una profunda depresión, que superó a base de alcohol y tranquilizantes. Fue a la vez la época de sus grandes éxitos: La vie en rose o Les trois cloches.

En 1950 colaboró con Charles Aznavour en canciones como Jezébel; fue el año además en que triunfó en el Olympia, mientras que en 1956 lo haría en el Carnegie Hall de Nueva York. Tras un accidente, Edith quedó maltrecha y se hizo adicta a la morfina. Una larga lista de enfermedades le fueron diagnosticadas, y en 1959 se le descubrió un cáncer.

Sus últimos años vivió alejada de los escenarios junto a su nuevo marido, el griego Theo Lambukas. En junio de 1961 fue premiada por la Academia Charles Cros por toda su carrera artística. Murió en Provenza el 11 de octubre de 1963. En su entierro, el cortejo fúnebre fue seguido por una multitud de 40.000 personas.

Entre las muchas canciones que popularizó cabe destacar Mon légionnaire, Je ne regrette rien, La vie en rose, Les amants de Paris, Hymne a l’amour, Mon dieu y Milord. También actuó en películas (French-can can, Étoile sans lumière, Paris, chante toujours) y tuvo otros romances con cantantes del relieve de Charles Aznavour, Georges Moustaki o Yves Montand. En los últimos años de su vida escribió una autobiografía con el título de Au bal du chance.

El caso es que cuando Edith supo que su muerte estaba próxima, dispuso todos los preparativos para su funeral y para la ocasión mando traer a un sacerdote a quién dio toda clase de indicaciones al respecto, solicitándole inclusive que se encargase personalmente de los más finos detalles, los arreglos florales, el ataúd en que quería que su cuerpo fuera llevado al cementerio, la disposición de sus bienes así como los pagos pendientes por realizar y, cuando el sacerdote se disponía a retirarse, le llamó para pedirle un último favor: “quiero que una vez que pongan mi cuerpo en el ataúd, se encargue usted de poner en mi mano un tenedor” y al ver los ojos de sorpresa del religioso Edith le explicó: “Sabe usted que en las fiestas a las que tuve la fortuna de ser invitada alguien siempre por debajo de la mesa tocaba mi mano y me decía al oído, -`no dejes que se lleven tu tenedor porque después viene lo mejor´- y en efecto siempre traían algún rico pastelillo u otra clase de postres deliciosos”…

De cierto no sé si la anécdota radiofónica haya sido verídica ni cual fue la fuente del locutor que la publicó, pero de ser veraz, sólo me confirma la grandeza de Piaf en todos los aspectos de su vida y de su muerte.

¿Qué esperaba Piaf conseguir con aquel tenedor?

Y yo ¿Que puedo llevar a la hora de mi partida?

De lo que si estoy seguro y puedo cantar con toda confianza con ella es:

Non, Je Ne Regrette Rien
Non, rien de rien, non, je ne regrette rien
ni le bien qu`on m`a fait, ni le mal
tout ça m`est bien égal
non, rien de rien, non, je ne regrette rien
c`est paye, balaye, oublie, je me fous du passe
Avec mes souvenirs j`ai allumé le feu
mes chagrins, mes plaisirs,
je n`ai plus besoin d`eux
balaye les amours avec leurs tremolos
balaye pour toujours
je réparas a zéro
Non, rien de rien, non, je ne regrette rien
ni le bien qu`on m`a fait, ni le mal
tout ça m`est bien égal
non, rien de rien, non, je ne regrette rien
car ma vie, car me joies
aujourd`hui ça commence avec toi

http://youtu.be/7I7u_XLtFa0

jueves, 19 de noviembre de 2009

Violencia intrafamiliar

Violencia intrafamiliar


Las personas tienen pleno derecho a ser respetadas en su integridad física, biológica y mental.


Cuando un miembro de la familia acostumbre causar algún daño –o amenaza con causarlo- a otro miembro de la familia, está incurriendo en un acto de violencia familiar.


Las formas de violencia.

  1. Violencia Física:

Se caracteriza por pellizcos, jalones de cabello, empujones y jalones, golpes, mordidas, quemaduras, ataduras, amarraduras o encadenamientos.

Violencia Psicoemocional:

Se entiende esta cuando un miembro de la familia deja de hablar, avienta objetos, los rompe, acosa, asecha, cuando manifiesta celos exagerados, ridiculiza en público o privado, destruye la propiedad o las mascotas, limita el dinero para el hogar, grita, insulta, humilla, amenaza (incluso de muerte), aísla (encierra con llave o restringe el acceso a sus familiares).

Violencia Sexual:

Se caracteriza por forzar a la pareja, a los hijos o a cualquier miembro de la familia a tener relaciones sexuales, tocamientos lascivos o cualquier otra actividad de índole sexual.


Factores que se asocian a la violencia familiar

  1. Culturales: las tradiciones y costumbres de los pueblos; es decir, el entorno social acepta como normal el maltrato hacia la esposa o a los hijos.
  2. Antecedentes de los golpeadores; es decir, el padre o la madre golpeadora puede haber sido en su momento hija o hijo golpeado o maltratado.
  3. Alcoholismo y /o drogadicción en el miembro violento de la familia.
  4. Baja autoestima.
  5. Ignorancia.
  6. Comunicación inadecuada.
  7. Aspectos económicos.
  8. Tensión nerviosa (estrés).

Consecuencias para la familia.

  • Problemas de personalidad en los hijos.
  • Depresión.
  • Bajo rendimiento o deserción escolar.
  • Deterioro emocional.
  • Conductas de aislamiento y agresividad.
  • Sentimiento de abandono.
  • Ideas suicidas.
  • Aprendizaje y reproducción de conductas violentas.
  • Desintegración familiar.
  • Adicciones (alcohol, tabaco y otras drogas).
  • Lesiones físicas que ponen en riesgo la vida y la salud mental de las personas y la familia.


Principales razones por las que se tolera la violencia.

  • Temor.
  • Falta de recursos.
  • Tradición o costumbre.
  • Baja autoestima.
  • Falta de información.
  • Dependencia económica.
  • Miedo a la soledad y al abandono.
  • Baja escolaridad.


¿Cómo detectar la violencia en mi propia familia?


Si en el último mes tú o uno de los miembros de tu familia han sufrido:

  • Gritos o insultos.
  • Humillaciones o amenazas.
  • Golpes por objetos aventados.
  • Empujones y caídas provocadas.
  • Bofetones o cachetadas.
  • Jalones de cabello.
  • Patadas, mordidas o puñetazos.
  • Golpizas.
  • Amenazas con cuchillo, tijeras o armas de fuego.
  • Heridas por algún objeto o arma de fuego.

¡Entonces, vives con violencia intrafamiliar! Ten cuidado porque tu seguridad física y emocional y la de tu familia están en riesgo, ¡Busca ayuda profesional o, en su caso, denuncia!

La violencia intrafamiliar es un delito y debe denunciarse ante el Agente del Ministerio Público o en las agencias especializadas en delitos sexuales en el caso de este tipo de violencia.

Acciones que ayudan a prevenir la violencia familiar.

  • Resolver los problemas familiares de manera pacífica, sin caer en agresiones físicas o verbales.
  • Conocer nuestras necesidades y respetar nuestro valor como seres humanos (autoestima).
  • Conocer nuestros derechos, los de las mujeres, niños y niñas.
  • Mejorar la comunicación familiar.
  • Procurar la igualdad en mujeres y hombres para realizar y disfrutar las tareas familiares.
  • Evitar ver películas y programas violentos.
  • Recurrir a la ayuda profesional para superar estos problemas o en su caso denunciar ante las autoridades (casos graves o urgentes).
  • Evitar conductas machistas o feministas a ultranza.
  • Respetar la libertad en la toma de decisiones de cada miembro de la familia.
  • Sugerir a los padres eviten agresiones mutuas frente a los hijos.

Busca ayuda para detener la violencia en tu hogar.

sábado, 14 de noviembre de 2009

La Rata

La rata.

Pepe se encuentra inquieto en su butaca. La clase de matemáticas siempre le ha parecido la más aburrida del mundo. El álgebra no sirve para calcular su ansiedad y sí para multiplicar la esquizofrenia. Nunca ha sabido para qué carajos sumamos X con Y, pero presiente que todos los teoremas son pretextos para entretenernos mientras que los políticos se atascan de dinero del pueblo. De momento a momento se asoma con insistencia por la ventana. Su cuateel pelos” no debe tardar.

Recibe el consabido regaño de problemas (así le dice él al profesor de matemáticas) por no contestar a su pregunta. Las palabras de problemas no tienen ningún significado para Pepe. Lo que realmente cuenta es ser dueño de algo: de un auto de lujo, del teléfono celular de moda, de ropa y zapatos de marca, de perfumes caros. Todo tiene un precio. Nada es gratuito. Pero no, la escuela no es el camino. El pelos sí que sabe vivir. El carrazo y las nenas que se carga son su distintivo.

Ha sonado el timbre que indica la hora de la salida. Pepe sale apresuradamente de la escuela y se ubica en un lugar estratégico para ver la llegada del pelos. La ciudad huele a polvo. La tristeza está marcada en cada rostro. La risa de sus compañeros es ausencia. La confianza en el futuro sólo es una mercancía que pagas cara a fuerza de estar pegado a la T.V. La miseria está en todas partes pero sobre todo aquí y ahora.

Zigzaguea por la banqueta cuando el pelos lo topa acompañado de unas chavas.

- Bueno, quién quiere forjar?

- Tú mero, ya`stas en eso.

- Cámara, nomás echen aguas.

El tetrahidrocanabinol se escurrió en el papel arroz, envolviéndose entre sus inquietas falanges como si fuera su propia voluntad y destino.

- “…La mota saca cosas que el hombre se calla…”

- Ora, no se claven.

- Lo mejor de lo mejor está en las pastas.

- ‘Tas güey, la neta de la neta está en el polvo, pruébalo Pepe.

- Mejor le entramos a las dos cosas ¿Qué no?

Las calles están vacías, los Bancos llenos. Polvorosas e iguales a las cotidianas miserias de los del barrio. Los pasos de Pepe, inseguros, se dirigen a su casa. En el camino, se ha incrementado su miedo, su angustia. Todos lo vigilan. Por las ventanas la gente se ha asomado y le persigue con la mirada. Las sombras de la noche cobran formas infernales. Tiene que huir. Tiene que llegar rápido a su casa. Sólo allí se sentirá seguro.

¡¡¡Horror!!! Una enorme; una gigantesca rata le persigue. Su corazón parece salirse de su envoltura. Es una impertinente matraca. ¡Huye Pepe, huye! ¡Huye Pepe, huye! Por fin ha llegado a su casa y tiene dificultades para insertar la llave en la cerradura. Por fin lo logra. Sube rápidamente a su habitación. Pone play a su estereo. La música surge de las paredes. Notas aterciopeladas acarician sus sentidos. Luces caleidoscópicas surgen de todas partes. Todo es hermoso si no fuera por esa terrible angustia que oprime su pecho. Revisa minuciosamente sus manos. Son transparentes y puede ver con claridad como viaja a gran velocidad la sangre por sus venas, sus arterias, sus órganos.

Un ruido apenas perceptible le ha llamado la atención. Voltea horrorizado a la puerta y ahí está de nuevo aquella enorme, peluda y apestosa rata. Corre despavorido y toma el bat que usa para jugar al beis bol. La rata le persigue y chilla erizando la piel de Pepe. Descarga, horrorizado, varias veces el bat sobre distintas partes del cuerpo de la rata. Con horror, toma una toalla y arrastra a la rata, de una de sus repugnantes patas hacia abajo, por las escaleras. Un grito ensordecedor, lleno de terror, de angustia, de desesperación se escucha desde abajo:

¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡Pepeeeeeeeeeee!!!!!!!!!! ¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¿Qué le hiciste a tu hermanita?!!!!!!!!!!